Una de mis asignaturas pendientes es la lectura de las Biografías de aquellos autores a los que de alguna manera admiro como por ejemplo Pablo Neruda. También soy consciente de que uno no puede leer todo aquello que le gustaría pero no es menos cierto lo importante que para conocer bien la obra de un autor es necesario adentrarse en su vida.
De Matilde sabía que fue la mujer de Pablo y que tenía un libro publicado cuyo título “Mi vida junto a Pablo Neruda “no he leído.
El pasado sábado Manuel Vicent despertó mi interés en un artículo titulado “El corazón convulso de Pablo Neruda” en el cual nos hablaba de este amor entre el poeta y la estudiante de canto a la que conoció en 1946 estando casado con Delia del Carril, esa estudiante era Matilde Urrutia. Ese amor lo vivieron mediante cartas, citas y viajes paralelos por Argentina, México y Europa. Matilde seguía desde la sombra -nos cuenta Vicent -a Neruda y su esposa pudiendo incluso viajar en el mismo tren en distintas clases e inscribirse en otro hotel en la misma ciudad para concertar encuentros aparentemente fortuitos. Un verano que consiguieron estar solos en Capi simularon que los casaba la luna llena, un juego romántico que duró hasta 1955 en que este amor fue descubierto esfumándose entonces Delia y Matilde ocupó el corazón del poeta. Ella le procuró la inspiración de “Los versos del Capitán “tal vez su mejor libro.
Libro que casualmente tuve en mis manos no hace mucho y finalmente me decidí por Ángel González para un regalo es que por el mismo precio Ángel regalaba más poesía.
Vicent sigue contando que cuando esta pasión sumergida entre Pablo y Matilde salió a la luz llegó para los amantes una felicidad estable hasta que un día esta sorprendió a Pablo en la cama con su sobrina Alicia Urrutia de 25 años, que la pareja tenía de criada. Matilde la echó de casa y forzó a su marido a salir de Chile yendo a Francia hasta que cayó enfermo quedando postrado en Isla Negra a la espera de las cartas de Matilde .Hoy yacen juntos Pablo y Matilde en Isla negra quedando para nosotros sus poemas muchos de ellos inspirados en esta mujer.
Es curioso leer esta confesión de Matilde Urrutia: “Ésa ha sido una característica en mi vida: todo llegaba a mi destino sin que yo lo buscara”.
Y uno no podría afirmar que Urrutia no buscara el amor del poeta; pero queda tras la lectura de este llevadero libro la idea de que le costó decidir entre el romance apasionado sin compromiso, ni futuro, y la entrega total.
Es muy bella la página que escribió esta chilena, cuyo nombre había quedar estampado por siempre en celebradas poesías de Neruda:
“…Por fin llegó el día de nuestra partida. Pablo se había ido el día anterior a Nápoles. Era mi última noche en Roma, estaba muy nerviosa, llena de inquietudes, desembarcaría en terrenos desconocidos, eran muchas las cosas que tenía que aprender y, sobre todo, mi amor tenía que ser de absoluta entrega, desprovisto de todo orgullo, ¿sería yo capaz de continuar este camino? En estos pensamientos el tiempo se detenía y yo me preguntaba si de verdad estaba aquí, renunciando a todo, y veía con espanto que una parte de mí seguía agazapada detrás de un muro ciego y luchaba por salvar mi independencia, mi identidad individual. Reconocía los signos de una pasión, de una búsqueda, de una loca intensidad que me atraía irresistiblemente, pero, ¿sería yo capaz de responder a la exigente demanda que se me hacía con la misma intensidad y fuerza que necesitábamos para unirnos en una de las relaciones más delicadas, más deliciosamente hermosas, el amor?
Matilde Urrutia renunció a todo para seguir a Neruda hasta el fin de sus días. Y entre las renuncias estaba la de “padecer” el Chile de mediados de los cincuenta. “¿Qué he venido yo a hacer a este país de mierda?”, confiesa haber exclamado al arribar a Santiago junto a su amante. Y relata, a continuación, la reacción furiosa de Neruda. “¡Este país de mierda es el suyo!”, le contestó enérgicamente el poeta y con alguna muestra de violencia.
Cualquiera que ame intensamente a su patria, sea cual fuere ésta, comprende la indignación de Neruda. Porque nadie tenga duda de esto: El gran amor de Neruda no fue el amor a una mujer, ni el amor a una causa de elevado humanismo. El gran amor de Pablo Neruda fue, por sobre todas las cosas, su Chile.
Finalmente un poema de esos versos del Capitán:
TUS MANOS
Cuando tus manos salen,
Y amor, hacia las mías,
Qué me traen volando?
Por qué se detuvieron en mi boca,
De pronto,
Por qué las reconozco
Como si entonces antes,
Las hubiera tocado,
Como si antes de ser
Hubieran recorrido
Mi frente, mi cintura?
Su suavidad venía
Volando sobre el tiempo,
Sobre el mar, sobre el humo,
Sobre la primavera,
Y cuando tú pusiste
Tus manos en mi pecho,
Reconocí esas alas
De paloma dorada,
Reconocí esa greda
Y ese color de trigo.
Los años de mi vida
Yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
Crucé los arrecifes,
Me llevaron los trenes,
Las aguas me trajeron,
Y en la piel de las uvas
Me pareció tocarte.
La madera de pronto
Me trajo tu contacto,
La almendra me anunciaba
Tu suavidad secreta,
Hasta que se cerraron
Tus manos en mi pecho
Y allí como dos alas
Terminaron su viaje.
1 comentario:
Yuri...Pablo Neruda...maravilloso poeta.tengo pendiente alguna lectura suya..gracias por recordármelo.
Un enorme beso.
Morgana.
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